domingo, 29 de mayo de 2016

Lo que otros quieren que seas

Al acabar, gira el grifo y corta la corriente. Mientras una nube de vapor inunda todo el cuarto de baño sale de la ducha, coge una toalla y comienza a secarse; con ella recorre cada rincón de su cuerpo, sus piernas, su abdomen y sus brazos. Luego coge otra toalla más pequeña y la envuelve una, dos y tres veces en el pelo mojado antes de ir a buscar el secador y utilizarlo para dejar su largo pelo suave y seco.

Al acabar va a su habitación y coge sus mallas favoritas (las negras y blancas a rayas) y la falda que mejor le queda, si es que alguna le queda bien. Hoy se siente bien, con fuerzas; hoy elige la camiseta de su grupo favorito y se la coloca.

Ahora es el turno de los pendientes. Una oreja con tres abajo y otra con tres arriba, como siempre quiso tener. Ya casi está todo.

Vuelve al lavabo, abre el primer cajón y saca el maquillaje. Un poco de base acorde a su tono de piel, el rimmel y el pintalabios rojo. Tampoco quiere maquillarse demasiado, es solo un día normal.
Antes de acabar comete un error, EL error. Se mira al espejo y no solo se fija en una parte de su cara, sino que ve su cara entera. El pintalabios se sale de su curso y va hacia la mejilla.
Ve lo que no quería ver.
Cejas más pobladas de lo que querría, rasgos más duros y marcados de lo necesario. Se ve hombre.

No puede evitarlo, le da un puñetazo al espejo para destrozar la imagen que ve, aunque no puede cambiarla.
No puede ser. No puede ser lo que su madre siempre quiso que fuera. No es lo que él es en verdad. No es una mujer.

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